El Certamen Nacional de Cuento organizado por el Área de Cultura de la Municipalidad de General Cabrera se realiza de forma ininterrumpida desde 1979. El concurso que se sostuvo a pesar de los devenires históricos y de los cambios de gestión, cumplió 44 ediciones distinguiendo a escritores de todo el país.
En todos los años de su existencia, se han recibido más de 5000 cuentos y año tras año, cumple con su misión de destacar a las jóvenes promesas de la literatura nacional que participan en la categoría de cuento corto.
El jurado, que al comienzo fue local, se fue renovando. Es destacable la labor de Carlos Pizarro, Beatriz Salas, Dalia Prado, Abelardo Barra Ruata, Elda Durán, Laura Tenca, Myrna Medeot, Omar Isaguirre, Siegfrido Kraft, Pablo Dema, Federico Falco, Lilia Lardone, Luciano Lamberti, entre otros. Todos destacados escritores y críticos reconocidos en los círculos artístico-literarios provinciales y nacionales.
En esta edición número 44 oficiaron de jurado dos ganadores de certámenes anteriores -Maricel Palomeque y Javier Quintá- Martín Cristal, quienes tuvieron la tarea de leer y considerar los 55 cuentos que preseleccionó el jurado local y que fueron recibidos entre los meses de julio y octubre del corriente año.
General Cabrera vio surgir por este concurso a dos escritores locales: Pablo Dema y Federico Falco, dos jóvenes que eran pequeños cuando se inició el Certamen. Con el paso de los años, participaron y fueron premiados. Los dos, en distintas oportunidades, oficiaron de jurado. Su obra editada circula a nivel nacional e internacional y lleva el sello de la nueva literatura argentina.
Premios
1° premio: N° 66, “Valijas”, seudónimo Kyuss
2° premio: N° 70, “Alfombra”, seudónimo Felipe L.J
3° premio: N° 10, “Racimos”, seudónimo Pichón
Asimismo, presenta las siguientes consideraciones sobre las tres obras premiadas
“Valijas”; la obsesión de un niño por una valija lo lleva a un viaje para el que nunca se está del todo preparado: el encuentro con el Otro. Esas distancias, dice el narrador, no solo se miden, sino que se sienten. Así, bajo la mirada de los adultos (llena de miedos, prejuicios y discriminación) estos niños desafían esa frontera que plantea una realidad desigual. Y se dan la mano como dos compañeros
“Alfombra”; con un narrador joven, en primera persona, el relato nos envuelve en una atmósfera familiar densa e incierta. Con buen ritmo, la historia propone además un rol materno lejos de cualquier estereotipo romántico. El tono del narrador protagonista, los diálogos y descripciones cimientan una trama de corte realista apropiada para sostener la tensión.
“Racimos”; su deriva en zigzag propone un punto de partida (la visita de un padre recién operado) que promete rasgos asociados a cierto costumbrismo; no obstante, pronto se nos redirecciona a otra situación (el delivery de un producto etiquetado como “Sueños eróticos”) que sume todo en una luz mucho más ambigua. Crece una atmósfera enrarecida y surge una escena homoerótica que desemboca, con una tercera finta, en un final misterioso y abierto, de corte onírico/sobrenatural.